miércoles, 23 de abril de 2014

UN TANGO ROMÁNTICO: Buscándote

Romántico, pero no sentimental ni, mucho menos, sensiblero. Es un tango que habla de la búsqueda trágica de un sueño (prácticamente) imposible, de un ideal (probablemente) inalcanzable.

BUSCÁNDOTE

Música y letra: Eduardo Scalise

Vagar
con el cansancio de mi eterno andar,
tristeza amarga de la soledad,
ansias enormes de llegar.

Sabrás
que por la vida fui buscándote,
que mis ensueños sin querer rompí
y en algún cruce los dejé.

Mi andar apresuré
con la esperanza de encontrarte a ti,
largos caminos hilvané,
leguas y leguas recorrí.

Después
que entre tus brazos pueda descansar,
si lo prefieres volveré a marchar
por mi camino de ayer.

Puede escucharse una versión del tango aquí:
Se trata de la interpretación de Ricardo Ruiz, con la orquesta de Osvaldo Fresedo, grabada hacia 1940.


COMENTARIO

El texto está concebido como un diálogo entre el poeta y una segunda persona. Teniendo en cuenta que el autor y el intérprete son hombres, lógicamente pensamos que esa persona es una mujer, aunque no tiene por qué serlo; en todo caso, se trataría de una desconocida, más aún, de una mujer cuya existencia no puede darse por segura. ¿Por qué no un ideal, un sueño? En ese caso, el diálogo sería en realidad un monólogo, una especie de balance vital que hace el poeta consigo mismo.

La primera estrofa refleja certeramente una manera trágica, muy romántica, de entender la vida: un eterno andar, un camino siempre abierto, que se recorre en solitario. El romanticismo, al exaltar al individuo sobre todas las cosas, nos mostró nuestra propia grandeza: nos hizo ver que nuestro destino no está escrito desde fuera, sino que lo escribimos nosotros mismos, que somos libres de elegir nuestro propio camino. Pero, por eso mismo, nos sentimos radicalmente solos: todo individuo está nítidamente separado de los demás, no se confunde con nadie; ni siquiera puede fundirse con otro individuo, salvo de manera provisional: gozosamente en el abrazo del amor, grotescamente en la alienación colectiva de las demostraciones de masas. Esa conciencia de la soledad puede (suele) producir una tristeza amarga y el continuo vagar de la vida cansa. De ahí las ansias de llegar. Pero ¿a dónde, si la vida es un camino abierto?

La segunda estrofa insiste en la misma idea, pero recurriendo a otra metáfora: la vida es una búsqueda, una exploración continua; recorremos caminos porque buscamos algo. Cuando somos jóvenes, esa búsqueda se orienta a un sueño, a un ideal, que se presenta poco claro, velado por el manto translúcido de la ensoñación, de la misma manera que en la mañana el paisaje aparece velado por la neblina. Pero ese manto de ensueños se va rasgando y haciendo jirones en los cruces de caminos, en esos momentos cruciales en los que nuestro ideal choca frontalmente con la realidad.

¿Qué ocurre entonces? La tercera estrofa nos dice que seguimos caminando, porque sigue viva la esperanza de llegar a la meta. Se ha roto el ensueño, pero no el ideal y para alcanzarlo se acelera el paso. Los dos primeros versos expresan esa dolorosa vivencia que trae consigo la madurez: cada vez queda menos tiempo. Lo bueno es que, al haberse roto el ensueño, todo ha quedado más claro y, por tanto, parece estar más al alcance de la mano, como el paisaje al mediodía, cuando la neblina matinal se ha disipado por completo.
 
En el comienzo de la última estrofa se sugiere que quizá se pueda llegar a la meta, alcanzar el ideal y descansar al fin; el uso del subjuntivo en el segundo verso indica que se trata de una mera posibilidad, de un deseo, pero que no hay seguridad plena de que eso ocurra. No obstante, el poeta ya ha descubierto que la realidad no tiene por qué coincidir con las propias proyecciones y conjetura que quizá, tras haber descansado, tenga que volver a ponerse en marcha, porque la vida es el camino.
 
Si interpretamos el texto como la búsqueda de una mujer (o un hombre) que nos salve de nuestra soledad, pero que no sabemos si en realidad existe, estamos trivializando el mensaje. No obstante, el poeta utiliza de forma clara y consciente la segunda persona: buscándote, encontrarte a ti, tus brazos. A un sueño, a un ideal no se le habla de tú. ¿Por qué esa personificación? Porque, en el fondo, el ideal que perseguimos a lo largo de toda la vida está en nosotros: queremos crecer y ser mejores, soñamos con ser nosotros mismos, buscamos la perfección. Pero todos estamos solos en ese anhelo y en esa búsqueda, porque nadie desde fuera nos puede decir cómo somos ni cómo debemos ser nosotros mismos. Por eso el poeta con quien habla en realidad es consigo mismo y de ahí la familiaridad del tuteo.

 

1 comentario:

  1. Se te echaba en falta.
    Sabe viajar en una melodía tan hermosa describiendo ese fundamental paisaje, nos descubre que quien escribe es un magnífico zahorí de sí mismo.
    ¡No tardes tanto!


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